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1 de septiembre de 2014

Septiembre

Volver. ¿Adónde? A la nada que es nuestro todo. Al horizonte que otra vez dibujamos con el trazo apasionado de un sueño; aunque el pincel tiemble entre los dedos presintiendo el destino de sus frutos, aunque sepamos que poco importa el color elegido si ha de desvanecerse de nuevo con el aguafuerte de la realidad que siempre, ya inercial, acaba firmando nuestras obras.

Otra vez ante nosotros el lienzo de septiembre nos pide inventar un esbozo de comienzo, un boceto de vida que se parezca en algo a lo que un día nos prometieron. Ya hemos perdido la cuenta de las naturalezas que, lejos de asemejarse a algo vivo, terminaron rematadas en la basura; y no sabemos cuánto tiempo más podremos seguir ensayando este autorretrato que en muy poco se nos parece.

Pesan las hojas del calendario y duele volver a este eterno garabato, usurpador de la palabra que llevamos dentro, la que debía nombrarnos. Volvemos, con la frente marchita de juventud mal empleada, otra vez a este septiembre que no elegimos, tan ajeno  a aquel que esperábamos…

Paleta en mano, ante el blanco vacío inmaculado, respiramos profundamente y dejamos que un perfume de óleo azul, color del infinito, vuelva a colarse por los recovecos de nuestro pecho un curso más. Sin punto certero de regreso, sentimos la llamada del deseo: intentar un nuevo lienzo, olvidar puertas cerradas, volver a la posibilidad.

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