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15 de agosto de 2010

15 de agosto

Un año más, despierta Sevilla en su amanecer de deseos. Cuando todos los pasos se han cumplido y la Giralda grita con fuerza sus anhelos, un aroma a nardos se posa sobre la ciudad mientras las Vírgenes duermen...

5 de agosto de 2010

Por un beso...


Llegó la hora. Un año más, la Capitana ha bajado para entregar sus manos a la herida de los besos.

La Giralda se impacienta ante el trasiego de los fieles que ve entrar y salir del templo. "No sufras, ya queda menos": le digo; pero no se queda conforme. Puede presentir la cercanía de su sonrisa generosa, recordar su perfil perfumado; pero no se contenta. Quiere verla ya. Quiere tenerla como yo, frente a frente, y rendirse a sus plantas como una sevillana cualquiera. Las campanas de hoy suenan a ritmo de becquerianos versos: "Por una mirada, un mundo/ por una sonrisa, un cielo/ por un beso..." Nerviosa ordena al Giraldillo que mande besos al aire, por si alguno se colara dentro en un soplo de brisa y llegara hasta su mano. ¡Ah! ¡Qué improbable! Querida torre, te toca aún seguir contando los días... Yo entraré por ti en la capilla. Luego salgo y te cuento.


Dentro, el niño está entretenido: observando juguetón la fila que avanza, alargando los brazos a todo el que pasa, pidiendo que lo devuelvan al regazo de su Madre.
Dos besos le he dado este año: uno por mí y otro por nuestra turris fortissima que se vuelve débil ante la Reina de Reyes.



Al salir, me pregunta intrigada: "¿qué has sentido? ¿cómo la has visto?"
Compasiva la miro y contesto: "Pobre Giralda mía, si supieras... Sevilla se ha hecho Virgen y yo he besado su mano".

2 de agosto de 2010

Cartas para Julieta






Hoy ha merecido la pena tragarme enterito el telediario. Entre las noticias que me desconciertan y las que me entristecen, se ha colado una que me ha dibujado una sonrisa para todo el día. Algo así hay que compartirlo, a eso voy.

Se trata de una romántica tradición epistolar que hace que lleguen cada año a Verona unas ocho mil cartas dirigidas a Julieta.

La primera llegó en 1937: el remitente relataba sus penas de amor buscando consuelo en la mítica amante y, convencido de que ningún cartero del mundo precisaría más señas para dar con la inmortal destinataria, escribió en el sobre sencillamente: Julieta, Verona.

Setenta años después, la ciudad italiana en la que William Shakespeare ambientó los trágicos amores de Romeo Montesco y Julieta Capuleto, víctimas de sus familias enfrentadas, recibe unas ocho mil misivas al año en las que almas solitarias, corazones rotos, e incluso damas y caballeros de vida afortunada, escriben sus cuitas sentimentales a la doncella.

Y lo mejor de todo: Julieta, infatigable, las contesta todas.

Se ocupa de ello un grupo de voluntarios que continúan la tradición iniciada en los años treinta por Ettore Solimani, custodio del presunto sepulcro de Julieta Capuleto, en cuyas manos cayó aquella primera epístola romántica.

De haber existido realmente, la desdichada Julieta se sentiría sin lugar a dudas reconfortada sabiendo cuánto consuelo prodigan quienes escriben todos los días en su nombre.

El alud de cartas -el archivo atesora unas 50.000-, a veces conmovedoras, otras risibles, impulsó a las hermanas estadounidenses Lise y Ceil Friedman a escribir el libro Cartas a Julieta, que recoge ejemplos de esa singular correspondencia, retrata al esforzado equipo del Club de Julieta -diez señoras y un señor- que responde en varios idiomas, y explora el mito de la heroína shakesperiana.

Aunque el dramaturgo británico escribió su tragedia a finales del siglo XVI, su decisión de situarla en una imaginaria Verona medieval ha resultado muy beneficiosa para esta ciudad norteña. La leyenda acabó convirtiendo un edificio del siglo XIII en la casa de Julieta, restaurada a principios del siglo XX y a la que, astutamente, se le añadió un balcón para que encajara mejor en el relato de Shakespeare.

Para todo el que tenga algo que contarle a Julieta, esta es su dirección:
Julieta Capuleto. Vía Galilei, 3. Verona-37133 (Italia).
http://www.julietclub.com/index_en.asp

1 de agosto de 2010

Noches de teatro


Para los que nos quedamos la mayor parte del verano en Sevilla, los fines de semana la ciudad se nos convierte en una especie de desierto de Arizona (aun sin los efectos del cambio climático presentes). No es por el calor, al que estamos sobradamente acostumbrados; es por lo demás, por los bares que cierran, por el ambiente desangelado de otros, por las pocas opciones, por las escasas ganas de salir a la calle fuera del amparo del aire acondicionado, por la apatía de las noches casi idénticas. Por eso, cualquier propuesta distinta es bienvenida en estas noches estivales.

Acabo de ver la versión que Producciones Imperdibles presenta sobre el conocido mito de Carmen. Lo mejor, el marco de representación, sin duda: por un momento he vivido el alboroto de las cigarreras en la mismísima Fábrica de Tábacos, sus voces han resonado entre aquellos viejos muros simulando los de tiempos pasados...realmente un instante mágico. Lo peor, la acústica del patio del Rectorado que, por la disposición del propio escenario alrededor de la fuente central, hacía que no se escuchara claramente los parlamentos de los personajes cuando estos se movían. Lo regular, los protagonistas poco verosímiles y una trama sin tensión: demasiado mito y poco drama. Lo bueno, ir al teatro. Sólo el hecho de asistir a la representación en directo de un trozo de vida hecho palabras, música, luz, sombras, sonidos...merece la pena siempre; aunque a veces se noten demasiado las costuras del engaño. Me quedo con el montaje que la misma compañía hizo el verano pasado a propósito de la vida y obra de Bécquer, en el patio de la Facultad de Bellas Artes: eso sí fue un verdadero sueño de una noche de verano.